Querida médico,
Tú mejor que nadie sabes lo tempestuosos que son los días que la sociedad vive en medio de esta crisis de salud, tú eres parte del colectivo conformado por médicos, enfermeras, camilleros, laboratoristas y demás trabajadores de la salud, que se encargan de cuidar a quienes han caído enfermos.
Tú arriesgas tu salud por la de los demás, cedes el tiempo de estar con tu familia para poder estar al servicio de otras personas con quienes pasas el tiempo y derramas la calidez humana tan necesaria para que los cuerpos se curen. Eres el ejemplo de que el ser humano tiene la capacidad de poner la vida de los demás por delante de su propia vida.
Pero tu conocimiento de la desdicha humana no ha llegado con esta pandemia, hace ya años que estas conciente de la realidad del sistema de salud que hay en nuestro país. Sabes esto porque decidiste hacer tu servicio social en una comunidad alejada, entre campesinos pobres o entre obreros de las zonas industriales, y porque donde sea que un médico se encuentre hallará siempre a hombres y mujeres oprimidos y explotados que no pueden pagar los tratamientos y medicamentos, que pierden su trabajo por atender su salud, que enferman en sus centros de trabajo y arruinan su salud para seguir alimentando a sus familias.
Sé que desde hace años trabajas en condiciones precarias, sin el material necesario, sin los medicamentos suficientes, robando horas al sueño para seguirte formando en la ciencia médica, y todo por un salario que ha venido decreciendo en las últimas décadas. Tú mejor que nadie conoce los grandes problemas de las instituciones de salud y el silencioso camino que se ha emprendido para privatizarlas.
También sé que pase a todo esto, vas por el mundo haciendo el milagro de la multiplicación de los examinados y los curados. Y miras con esperanza la posibilidad de que todos los que tocan a la puerta de un hospital, por más pequeño que sea, puedan recibir la atención necesaria para mejorar su salud. Donde otros sólo ven imágenes de desesperanza, tú adviertes una perspectiva favorable, pero junto a ésta, la necesidad de profundos cambios en la sociedad.
Tu admirable labor cotidiana hoy resplandece con más fuerza y merece el reconocimiento de toda la sociedad, que justo ahora precisa la labor heroica de hacer frente a una enfermedad que bien podría ser suprimida con un minúsculo costo de vidas, si en la sociedad no existiera la oposición entre los que amasan fortunas millonarias y los que no tienen acceso a salud, vivienda y empleo.
Por esto, es absolutamente condenable el maltrato que tú y los demás miembros del personal de salud han estado padeciendo en los últimos días; el acoso y agresiones de quienes poseídos por el miedo reaccionan de forma violenta y olvidan que tu labor puede ser la que mañana salve sus vidas. Esto es una expresión de la barbarie e ignorancia a la que está sometida una parte de nuestra sociedad, a quienes la ciencia se les presenta como algo ajeno y hasta como una enemiga.
Son condenables y es necesario confrontar a las personas que incurren en acciones de desprecio y agresión contra ti y los que como tú trabajan por la salud. Pero piensa que el verdadero culpable de que esas acciones surjan son las condiciones de pobreza y explotación en que vive la mayor parte de las personas: es el miedo de enfermarse y no tener acceso a servicios de salud lo que les mueve, es la imposibilidad material de estudiar y acceder a la ciencia, es la pobreza y las constantes condiciones de cansancio y explotación las que les orilla a la violencia.
Resulta entonces que luchas hoy contra dos titanes, uno es la nueva enfermedad que azota a la humanidad, el otro una enfermedad que hace algunos siglos va causando mayor número de muertes (por guerras, inanición y violencia) que las que puede dejar esta pandemia: el capitalismo.
Así pues, donde sea que vea un médico, enfermera, camillero o laboratorista, les brindaré el apoyo que esté en mis posibilidades, tanto por su labor heroica atendiendo, curando y salvando a quienes se han infectado por coronavirus, como porque al darle la mano a ellos sentiré que te la doy a ti.